domingo, 11 de septiembre de 2011

Residencia


Las puertas de esta cámara no esperan
más huéspedes para esta noche sin aldabas,
en un hotel de época, en un país lejano
pero próximo a este idioma que evoco
cuando regreso a tu cuerpo, libre y extraviado
como el turista que equivoca los horarios para perderse
entre las calles y fachadas de una ciudad íntima;
o en el reflejo de unos ojos oscuros, de una mirada que encierra mi soledad y mi anhelo
en una bahía de aguas intranquilas y cálido peligro.
Un cielo tupido de nubes abarca, sin contrastes,
este encuentro de amantes entregados, de copas de vino
apuradas hasta sus últimas esquinas.
Aprendo, con torpeza, el arte sensual
de deslizar las medias hasta los tobillos
sin apartar mi vista de tu sonrisa turbadora; ebrio
de una antigua razón de existencia. Hueles
a mar o a flor de azahar flotando sobre el agua.
Mi boca implora el licor afrutado de tu juventud,
la tersa osadía de tus senos enhiestos,
el borde firme de tu cadera anacarada
donde embarranco mi recia sed de vida.
Abro despacio este ritual
de manos recorriendo la geografía del cielo
o la cordillera turgente de la carne.
Mujer, en esta noche no existe más lugar en la tierra
que esta ciudad, que este hotel, que esta cámara
donde el fuego cabalga sobre el agua.




José Luis García Sánchez