en la oscuridad de la noche.

Una labrada columna de mármol
en un campo de rojas amapolas.
El cuerpo de una diosa
tumbada en una cama forrada de tigre.
El fresco y limpio amanecer
de un bochornoso agosto.
El tacto dorado de una duna
en tus pies descalzos, salvajes.
La silueta de tus pechos
erguida en el contraluz de la ciudad dormida.
El Héroe de las Mil Caras
rodeado de un manto de cera luminosa.
La insoportable plenitud
de la cercanía del orgasmo.
Un prado contigo, a tu lado,
cerca de la cumbre donde viven las águilas.
Árboles, miles de árboles
cargados con las últimas nieves.
La hiriente claridad del recuerdo
de soñadas imágenes del paraíso.